Por: Adriana Núñez.
Una de las lecciones más importantes
que nos da la vida, es que llegarán siempre momentos en los que, sin dudas ni
temores, tendremos que limpiar la casa.
Y al decir esto no solo me refiero a
la vivienda donde amanecemos cada día, sino también a nuestra casa interior. En
ambos casos, el ejercicio es similar -al igual que los resultados- pues, aunque
al principio desapegarnos de ciertas emociones, cosas o personas nos cause un
poco de dificultad, zozobra e incluso dolor, una vez eliminado todo aquello que
nada positivo nos aporta, experimentaremos una increíble tranquilidad y al
sentir que la claridad nos rodea, la decisión tomada será aún más gratificante.
Como parte de mi proceso personal de
crecimiento, en los últimos meses he abordado en varias ocasiones el ejercicio
de limpieza que -lógicamente- no se realiza en un día. Comencé primero por
revisar mi armario para eliminar algunas prendas que en largo tiempo no había
usado y junto a mucha de la ropa de Mayid, hice varios paquetes que distribuí
entre gente que la necesitaba más que yo.
Luego, ordené los cajones eliminando
de ellos papelitos, recibos, lapiceros sin tinta, llaveros baratos, tiquetes
viejos y otras nimiedades que vamos recogiendo en el camino sin pensar en que
la única función que desempeñarán será la de atiborrar la mesita de noche.
Sacudidos y reacomodados los muebles
y cortinas, descolgados de las paredes algunos cuadros descoloridos y
redistribuidos o empacados los enseres de cocina que por duplicado a veces
exhibimos en el mostrador, procedí a abrir todas las puertas y ventanas y a
colocar incienso en el salón principal, para que circulara el aire por cada
rincón de la casa y el acanelado olorcillo se impregnara en las telas y
tapices.
Al cabo de varios días, con mi hogar
aseado, ordenado y luminoso, pude iniciar -después de una profunda meditación-
mi limpieza interior.
Repasé las relaciones de amistad que
he mantenido a lo largo de las décadas y pude definir exactamente cuáles han
sido recíprocas, solidarias, cálidas y positivas.
Aquellas personas con las que
alternaba prácticamente por inercia, que no tuvieron interés en conocerme
realmente o se acercaron a mí por hipocresía, envidia o compromiso,
desaparecieron durante los meses más duros del duelo, retratándose como lo que
ahora son: figuras pasajeras que no dejaron huella alguna y por las que no
siento ni rencor ni añoranza. Mentalmente les dije adiós y ya se esfumaron en
la niebla...
Afortunadamente, con la mayoría de
mis amistades y familiares he renovado con gran ímpetu los lazos de afecto que
nos mantienen unidos. E incluso he recobrado amigos de mi niñez y juventud, que
siguieron rumbos distintos pero que ahora convergen en el camino que yo también
estoy recorriendo.
Ligera de equipaje, he podido
disfrutar -a pesar de la pandemia- de hermosas y alegres pláticas con personas
propositivas, seguras de sí mismas, transparentes y cariñosas cuyo objetivo
primordial es vivir la vida en paz y armonía, ayudar siempre que se pueda y
encontrar felicidad, luz y gratitud aún en medio de circunstancias adversas.
Todo ello ha tomado un tiempo. Pero
ha sido increíblemente sanador. Requirió compromiso conmigo misma, hacerle caso
a mi intuición, poner límites, dejar ir, respirar profundamente, realizar cada
acto con calma y aplomo y darme el chance de sonreír a menudo sin sentir
remordimiento alguno.
Cierro estas palabras con una frase
que leí alguna vez -no sé quien sería su autor- y que copié en mi libreta de
detalles importantes: “La vida es como un rompecabezas, cada pieza tiene una
razón, un lugar y un porqué. No insistas en colocar piezas donde no caben”
Adriana Núñez Artiles, 22 de abril
2021
Sobre la autora. Expresidenta del Colegio de Periodistas de Costa Rica y ex Secretaria del Sindicato Nacional de Costa Rica, se graduó en la Universidad de Costa Rica y cursó además una Maestría en Comunicación Social y Política en Florida, Estados Unidos. Durante más de cuatro décadas de ejercicio profesional, dirigió cinco medios de comunicación en nuestro país e impartió clases de periodismo en 3 universidades. Ha sido conferencista sobre temas de derechos de la mujer periodista y libertad de prensa a nivel internacional y además, ha escrito varios libros, entre ellos uno de cuentos y dos de cultura e historia. Actualmente se dedica a escribir y ocasionalmente a publicar artículos en distintos espacios públicos.